AUTOCIRUGÍA: UN CASO ÚNICO EN LA HISTORIA DE
LA MEDICINA UNIVERSAL.
Edgardo
Malaspina
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Leonid
Rógozov (1934-2000), médico ruso, se hizo famoso en 1961 por haberse practicado
una autocirugía. En 1959 recibió su título de médico general y empezó el
posgrado en Cirugía, pero interrumpió sus estudios para trabajar en la Antártida junto a la expedición
soviética de investigadores en la Base
Novolázarevskaya.
2
En
la Antártida, Rógozov de 27 años, era el único médico de la expedición, pero
también era el meteorólogo, y muchas veces cumplió funciones de chofer.
3
El
29 de abril de 1961 sintió dolor abdominal en el cuadrante inferior derecho,
náuseas y fiebre. Al siguiente día empeoraron los síntomas; y Leonid estaba
claro en el diagnóstico: tenía una apendicitis. Dejó de comer, se acostó, se
aplicó hielo localmente y tomó antibióticos.
Pero
su salud empeoró.
El
tratamiento es únicamente quirúrgico; pero
la otra base soviética que podía prestar ayuda estaba situada a más de tres mil
kilómetros. Las estaciones de
investigadores de otros países no tenían aviones; y además, la helada no
permitiría ningún aterrizaje.
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Quedaba
una sola opción: operarse a sí mismo. Había realizado apendicetomía a muchos pacientes, pero ¿es posible
realizarla en uno mismo?
Rógozov
anotó en su diario: “No pude dormir en toda la noche. ¡Me duele como el
demonio! Una tormenta de nieve azota mi alma, gimiendo como 100 chacales”.
Pero
tomó la decisión: se abriría su propio abdomen y se sacaría sus intestinos para
extirpar el apéndice inflamado. De todos modos era un callejón sin salida.
Vladislav,
su hijo, considera que la experiencia de su padre es inspirativa: “Si se
encuentra en una situación aparentemente desesperada cuando todas las
probabilidades están en su contra. Incluso si está en el medio del ambiente más
hostil, no se rinda. Crea en sí mismo y luche, luche por la vida”.
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La
operación duró casi dos horas. Un tractorista y un ingeniero fueron sus
ayudantes. Les puso bata blanca y le dio instrucciones en caso de sufrir un
desmayo: inyecciones de adrenalina y respiración artificial. Rógozov escribió
que sus ayudantes, del miedo, estaban más blancos que las batas que vestían. Si
uno de los ayudantes perdiera el
conocimiento por no estar familiarizado con ciertas manipulaciones médicas que
involucran sangre, el director de la estación lo sustituiría.
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Reclino
su cuerpo, se inyectó novocaína localmente y se hizo una incisión de 12 cm.
Casi perdía el conocimiento por las náuseas y la debilidad. Descansó varias
veces hasta que encontró el apéndice que ya presentaba perforación, situación
que amenazaba con una catastrófica peritonitis. Cortó el apéndice y antes de cerrar su abdomen
roció con antibióticos la zona afectada.
No
usó guantes porque debía encontrar el apéndice sin verlo, solo con el tacto; y
no se inyectó mucha anestesia para conservar la claridad mental.
Al
poco tiempo su salud mejoró. A los siete días se quitó los puntos, y en siete
días más estaba trabajando como si nada hubiese pasado.
7
Luego
de la autoapedicetomía de Rógozov se recomienda extirpar el apéndice de manera
preventiva a los exploradores antárticos
y a los astronautas en misiones espaciales.
8
Rógozov
fue condecorado en su patria y recibió muchos homenajes. El polémico,
idolatrado por el pueblo, pero perseguido cantante Vladimir Visoszki le dedicó
una de sus baladas “por haberse cortado el apéndice con su propio bisturí”.
9
Rógozov
escribió un artículo (“Operación sobre sí mismo”) para la revista soviética
sobre las investigaciones en la Antártida,
su valiente experiencia fue considerada heroica y un hecho único en la Historia de la Medicina
Universal.
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