ÁREA DE CIENCIAS DE LA SALUD. MORROS DE SAN JUAN

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X PROMOCIÓN DE MÉDICOS CIRUJANOS.

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UNERG.2010

PADRINO DE LA PRIMERA PROMOCIÓN. MISIÓN SUCRE.

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ACTIVIDAD FÍSICA Y SALUD.

I PROMOCIÓN DE DERMATÓLOGOS.UNERG.2001

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DERMATÓLOGOS.2001

PLACA DE RECONOCIMIENTO

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X PROMOCIÓN DE MÉDICOS.UNERG.2010

AFICHE.X PROMOCIÓN DE MÉDICOS.UNERG.2010

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domingo, 2 de mayo de 2010

CARLOS DEL POZO Y LA VACUNA CONTRA LA VIRUELA







Carlos del Pozo vacuna contra la viruela en Calabozo y aplica el método de Jenner para curar otras enfermedades .
Por: Edgardo Malaspina

La viruela era endémica en China y en los países Orientales se le conocía. Los musulmanes la llevaron a España y de allí se extendió a toda Europa. Más de sesenta millones de personas murieron en el siglo XVIII por la enfermedad. Con el descubrimiento de América los indígenas fueron atacados por el terrible mal.


Eduardo Jenner (1749 – 1823) vivió en una época cuando en Inglaterra la viruela era un mal común. Se sabía que el ataque de la enfermedad daba inmunidad para toda la vida. Era práctica corriente inocular pus de un caso leve o contactar con enfermos para obtener la inmunidad. Pero existía el peligro de contraer la enfermedad con riesgo mortal. En 1740 una ley prohibió esa forma de prevenir la viruela. En el medio rural se sabía que la viruela de la vaca (cowpox) que se transmitía a los ordeñadores protegía contra la viruela humana. Jenner investigó el asunto por doce años, y comprobó lo que se sabía en el campo. En 1778 hizo una comunicación a Londres sin éxito. En 1796 Jenner inoculó a un niño con vacuna obtenida de una jóven que se había infectado de una vaca. Los resultados fueron positivos. En 1798 Jenner publicó sus resultados en un trabajo intitulado “Investigaciones sobre la causa y efectos de la Viruela Vacuna”. El método de Jenner se difundió y aplicó en todo el mundo existosamente.

En Venezuela la viruela atacó a los habitantes desde el inicio de la Conquista. En 1585 el Gobernador General de Venezuela, Juan Pimentel, escribe que de viruela ha muerto la tercera parte de los habitantes del país. José De Oviedo y Baños (1671 – 1738) describió detalladamente una epidemia de viruela traida por unos esclavos provenientes de Guinea.

En 1588 como consecuencia de una epidemia de viruela en Caracas murieron indios y españoles. Desapareció el 30% de la población.

En los siglos XVII y XVIII los barcos negreros difundían la enfermedad en el país. En 1776 el Intendente de la Real Hacienda decretó que un médico debía examinar a los esclavos antes de bajar del barco.

La enfermedad atacaba la provincia: En 1611 en Margarita, en 1612 en Mérida y Maracaibo, y en 1692 en la Victoria.

Luego de una epidemia en 1580 se construyó el Hospital de San Pablo para los enfermos con un cementerio adjunto. Se crearon “Degredas” o casas en los caminos hacia Caracas para evitar la llegada de personas enfermas.

En 1763 murieron mil personas con la enfermedad en Caracas. En 1766 las muertes llegaron a diez mil.

La variolización en Caracas empieza en 1766 y en 1769 el Dr. Juan Perdomo continua con las vacunaciones.

El 20 de marzo de 1804 llegó al país la “Expedición Real de la Vacuna” enviada por el Rey de España Carlos IV (1748 – 1819). El cirujano Francisco Xavier De Balmis (1753 – 1812) dirigía la expedición. Los vacunadores inmunizaron a su llegada a gran cantidad de gente y propusieron la creación de la Junta de Vacunación, la cual se hizo el 28 de abril de 1864, presidida por el Capitan General Miguel de Guevara y Vasconcelos y los doctores José Aranda, José Domingo Díaz, Vicente Salias y Santiago Limardo. La junta podía aceptar a otros miembros, civiles, religiosos y facultativos.

Se pensaba que la vacuna contra la viruela era efectiva contra otras enfermedades, por eso en el artículo 11 del acta del establecimiento de la Junta Central en Caracas, Balmis dice textualmente “Habiendo acreditado la experiencia constante de la virtud preservativa contra las viruelas sino que ha curado muchas enfermedades cutáneas que mejora y fortifica la constitución delicada de los vacunados y por último que se opone al desarrollo de los vicios escrupulosos y raquítico, corresponde en mi concepto que la junta haga sus ensayos en los enfermos afectados de elefancia y luego de San Anton que tanto abunda en este continente: y respecto a que las nuevas y posteriores observaciones hechas en Constantinopla han comprobado que este admirable fluido es también un preservativo contra la peste, debe esperarse pueda serlo igualmente del vómito prieto y fiebre amarilla, enfermedades pútridas malignas y pestilenciales que sólo se diferencian de la verdadera peste de Turquía en el mayor grado de malignicidad que esta goza sobre las otras; de que se deduce que tal vez se lograra un específico contra estas crueles enfermedades que causan tanto destrozo particularmente a los recién venidos de Europa”.

Para realizar estas investigaciones con la vacuna el Capitan General, Miguel de Guevara y Vasconcelos designó a Don Carlos del Pozo, el 9 de noviembre de 1805, “para que se encargue de efectuar experimetos con la vacuna en los leprosos, conduciendo lazarinas de este hospital o vacunándolos en algunos que por casualidad no hubiesesn sido aún recluídos en él, y para lo cual debía usar el fluido obtenido en las vacas como más poderoso, y cuyos más activos efectos se habían patentizado por el mismo, supuesto que el traído por la Real Expedición había dejado ineficaces algunas tentativas aunque no las bastantes para probar una evidencia”.

Don Carlos del Pozo Sucre nació en Caracas y vivía en Calabozo. Tenía fama por las investigaciones en electricidad. Alejandro de Humboldt en su libro “Viaje a las regiones Equinociales” relata su encuentro con del Pozo: “Encontramos en Calabozo, en el corazón de los llanos una máquina eléctrica de grandes discos, electróforos, baterías, electrómetros, un material casi tan completo como el que poseen muchos físicos en Europa. No habían sido comprados en los Estados Unidos todos estos objetos; era la obra de un hombre que nunca había visto instrumentos de la electricidad más que por la lectura del Tratado de Sigaud de La Fond y de las memorias de Franklin. El Sr. Carlos del Pozo, que así se llamaba aquel estimable e ingenioso sujeto, había comenzado a hacer máquinas eléctricas de cilindro empleando grandes frascos de vidrio a los cuales les había cortado el cuello. Yo llevaba electrómetros de paja, de bolilla, de sauco y de hojas de oro laminado, asimismo una botellita de Leyden que podía cargarse por frotamiento, según el método de Ingenhouse, el cual me servía para experiencias fisiólogicas. No pudo el Sr. Pozo contener su alegría al ver por primera vez, instrumentos no hechos por él y que parecían copia de los suyos”.

La expedición de Balmis tenía, entre otros objetivos relacionados con la vacuna, establecer si existía en el país la viruela de las vacas o Cowpox. El 20 de octubre de 1802 esa tarea se le encomienda a Carlos del Pozo, teniéndo en cuenta que era un hombre cuidadoso y serio en materia de investigaciones científicas. Del Pozo respondió que mucho antes de recibir esa tarea ya se había dedicado al asunto. En efecto en las inmediaciones de Calabozo, Carlos del Pozo constató el cowpox en reses y que “en dos ocasiones había logrado comprobarlo mediante inoculaciones que practicó a varias personas, las cuales experimentaron todos los síntomas de la verdadera vacuna”. Esta información fue llevada al Rey, luego de lo cual se decidió nombrar a del Pozo como miembro de la Junta de Vacunación y corresponsal de la misma en Calabozo. En agosto de 1805 nuevamente Carlos del Pozo notifica a la junta que encontró granos de cowpox en las vacas observadas en Calabozo.

El fluido de la vacuna se conservaba por medio de la inoculación sucesiva o en costras. La vacuna se transportaba en botellitas de cristal. Cuando se usaba se le agregaba agua fría. Se formaba un líquido viscoso. Si se usaba la costra, se le guardaba en un frasquito. Cuando se aplicaba era pulverizada y disuelta en una gota de agua fría. El procedimeinto de inoculación lo describe José María Vargas en su trabajo denominado “Epítome sobre la Vacuna”:

“El Virus asi extraido para inocular de brazo a brazo, se le tomará con la punta de la lanceta, se le dará a ésta una posición perpendicular, para que el fluido baje a la misma punta; y mientras que con la mano izquierda se mantiene firme el brazo y tensa la cutis en el punto en que se va a inocular (que sería en la parte exterior y media cerca de la inserción del músculo deltoides), se introduce suavemente con la derecha, la lanceta, bajo la cutícula como línea y media o dos, haciendo con su punta varios movimientos, y levantando con ella la epidermis, de modo que el fluido adherido a la faz interior del instrumento, no se limpie hasta no haber penetrado todo lo necesario, retirándola entonces apoyada y limpiándola en la misma porción herida de la piel. Al hacer la herida debe cuidarse de no sacar sangre. Basta dos inoculaciones a dos y media pulgada de distancia entre una y otra”.

Como se observa en la vacunación el instrumento fundamental era la lanceta, por lo que Carlos del Pozo informa a la Junta sobre las desagradables consecuencias experimentadas en la Villa de Calabozo por vacunar con la misma lanceta usada indistintamente para otras operaciones. Ante tales informaciones de del Pozo la Junta decidió con una circular a todos los vacunadores entrenados, que la lanceta de vacuna sólo se usara para ese fin, evitando realizar con la misma otras intervenciones quirúrgicas.

Carlos del Pozo mantuvo contacto frecuente con la Junta, la cual el 1 de febrero de 1806 publicó una lista de vacunados en distintas ciudades del país. Allí aparecen Tiznados con 780 vacunados, Chaguaramas con 573 y Calabozo con 1012. Su exitosa labor fue evidente.

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