LA
EPIDEMIA EN LA GUERRA DEL PELEPONESO SEGÚN TUCÍDIDES.
Edgardo
Rafael Malaspina Guerra
(“Hablo
como quien lo sabe bien, pues yo mismo fui atacado de este mal y vi los que lo
tenían”. Tucídides)
I
Durante
la guerra del Peloponeso (431 a. C.-404
a. C.) , un conflicto militar de la
Antigua Grecia que enfrentó a las ciudades formadas por la Liga de Delos
(encabezada por Atenas) y la Liga del Peloponeso (encabezada por Esparta) ,
Tucídides (460 a. C -396 a. C) nos
cuenta sobre una epidemia (430 a. C, 429 a. C, 426-425 a .C)) que azotó las
ciudades en conflicto. Nos cuenta con lujos de detalles sobre sus síntomas
II
La
epidemia atacó a las ciudades beligerantes: Atenas y Esparta. La epidemia
provino de Etiopía y llegó a Grecia a través de Egipto y Libia. La epidemia
atacó a Atenas y mató a un tercio de sus habitantes. Los espartanos que sitiaban la ciudad,
huyeron temerosos .Pericles murió del mal (429 a. C).
Se
cree que la epidemia era provocada por la fiebre tifoidea.
III
1
Jamás
se vio en parte alguna del mundo tan grande pestilencia, ni qué tanta gente
matase.
2
Los
médicos no acertaban el remedio, porque al principio desconocían la enfermedad
y muchos de ellos morían los primeros al visitar a los enfermos.
3
No
aprovechaba el arte humana, ni los votos ni plegarias en los templos, ni
adivinaciones, ni otros medios de que usaban, porque en efecto valían muy poco;
y vencidos del mal, se dejaban morir.
4
Quiero
hablar aquí de ella para que el médico que sabe de medicina y el que no sabe
nada de ella declare si es posible entender de dónde vino este mal y qué causa
puede haber bastante para hacer de pronto tan gran mudanza.
5
Síntomas:
Primero sentían un fuerte y excesivo calor en
la cabeza; los ojos se les ponían colorados e hinchados; la lengua y la
garganta sanguinolentas y el aliento hediondo y difícil de salir, produciendo
continuo estornudar; la voz se enronquecía y descendiendo el mal al pecho,
producía gran tos, que causaba un dolor muy agudo; y cuando la materia venía a
las partes del corazón, provocaba un vómito de cólera, que los médicos llamaban
apocatarsis (*), por el cual con un dolor vehemente lanzaban por la boca
humores hediondos y amargos; seguía en algunos un sollozo vano, produciéndoles
un pasmo que se les pasaba pronto a unos y a otros les duraba más. Al tacto, la
piel no estaba muy caliente ni tampoco lívida, sino rojiza, llena de pústulas
pequeñas; por dentro sentían tan gran calor, que no podían sufrir un lienzo
encima de la cama, estando desnudos y descubiertos.
*Sustantivo
femenino. Esta palabra de uso obsoleto y que, (en medicina) que alude a una
purgación o la evacuación del sistema digestivo que se puede asociar al
estreñimiento.
6
Tratamiento:
El
mayor alivio era meterse en agua fría, de manera que muchos que no tenían
guardas, se lanzaban dentro de los pozos, forzados por el calor y la sed, aunque
tanto les aprovechaba beber mucho como poco.
7
Desenlace
:
Sin reposo en sus miembros, no podían dormir,
y aunque el mal se agravase no enflaquecía mucho el cuerpo, antes resistían a
la dolencia, más que se puede pensar. Algunos morían de aquel gran calor, que
les abrasaba las entrañas a los siete días y otros dentro de los nueve
conservaban alguna fuerza y vigor. Si pasaban de este término, descendía el mal
al vientre, causándoles flujo con dolor continuo, muriendo muchos de
extenuación.
8
Cuadro
clínico:
Esta
infección se engendraba primeramente en la cabeza y después discurría por todo
el cuerpo. La vehemencia de la enfermedad se mostraba, en los que curaban, en
las partes extremas del cuerpo, porque descendía hasta las partes vergonzosas y
a los pies y las manos. Algunos los perdían; otros perdían los ojos, y otros,
cuando les dejaba el mal, habían perdido la memoria de todas las cosas y no
conocían a sus deudos ni a sí mismos.
En
conclusión, este mal afectaba a todas las partes del cuerpo; era más grande de
lo que decirse puede y más doloroso de lo que las fuerzas humanas podían
sufrir.
9
Conducta
de los animales con respectos a los muertos por el mal:
Que
esta epidemia fuese más extraña que todas las acostumbradas, lo acredita que
las aves y las fieras que suelen comer carne humana, no tocaban a los muertos,
aunque quedaban infinidad sin sepultura; y si algunas los tocaban, morían. Pero
más se conocía lo grande de la infección en que no aparecían aves, ni sobre los
cuerpos muertos, ni en otros lugares donde habían estado, ni aun los perros que
acostumbraban a andar entre los hombres más que otros animales; de lo cual se
puede bien conjeturar la fuerza de este mal.
10
Medicinas
inseguras:
Unos
morían por no ser bien curados y otros por serlo demasiado; no hallándose
medicina segura, porque lo que aprovechaba a uno, hacía daño a otro. Quedaban
los cuerpos muertos enteros, sin que apareciese en ellos diferencia de fuerza
ni flaqueza; y no bastaba buena complexión, ni buen régimen para eximirse del
mal.
11
Médicos
atacados por el mal:
La
dolencia era tan contagiosa, que atacaba a los médicos. A causa de ello muchos
morían por no ser socorridos y muchas casas quedaron vacías.
12
Contagio:
Los que visitaban a los enfermos morían
también como ellos, mayormente los hombres de bien y de honra que tenían
vergüenza de no ir a ver a sus parientes y amigos, y más querían ponerse a
peligro manifiesto que faltarles en tal necesidad. A todos contristaba mal tan
grande, viendo los muchos que morían y los lloraban y compadecían.
13
Inmunidad:
Mas,
sobre todo, los que habían escapado del mal, sentían la miseria de los demás
por haberla experimentado en sí mismos; aunque estaban fuera de peligro, porque
no repetía la enfermedad al que la había padecido, a lo menos para matarle; por
lo cual tenían por bienaventurados a los que sanaban, y ellos mismos, por la
alegría de haber curado, presumían escapar después de todas las otras
enfermedades que les viniesen.
14
Mortalidad:
Machos
morían en las cuevas echados, y donde podían, sin respeto alguno, y algunas
veces los unos sobre los otros yacían en calles y plazas, revolcados y medio
muertos, y en torno de las fuentes, por el deseo que tenían del agua. Los
templos donde muchos habían puesto sus estancias y albergues estaban llenos de
hombres muertos, porque la fuerza del mal era tanta que no sabían qué hacer.
15
Sepultura:
Nadie se cuidaba de religión ni de santidad,
sino que eran violados y confusos los derechos de sepulturas de que antes
usaban, pues cada cual sepultaba los suyos donde podía. Algunas familias,
viendo los sepulcros llenos por la multitud de los que habían muerto de su
linaje, tenían que echar los cuerpos de los que morían después en sepulcros
sucios y llenos de inmundicias. Algunos, viendo preparada la hoguera para
quemar el cuerpo de un muerto, lanzaban dentro el cadáver de su pariente o
deudo, y le ponían fuego por debajo; otros lo echaban encima del que ya ardía y
se iban.
16
La
muerte como alivio del mal:
Los
que morían de repente eran bienaventurados en comparación de aquellos que
duraban largo tiempo en la enfermedad.
17
Hedonismo,
pesimismo e inmoralidad:
Los
pobres que heredaban los bienes de los ricos, no pensaban sino en gastarlos
pronto en pasatiempos y deleites, pareciéndoles que no podían hacer cosa mejor
no teniendo esperanza de gozarlos mucho tiempo, antes temiendo perderlos
enseguida y con ellos, la vida. Y no había ninguno que por respeto a la virtud,
aunque la conociese y entendiese, quisiera emprender cosa buena, que exigiera
cuidado o trabajo, no teniendo esperanza de vivir tanto que la pudiese ver
acabada, antes todo aquello que por entonces hallaban alegre y placentero a
apetito humano lo tenían y reputaban por honesto y provechoso, sin algún temor
de los dioses o de las leyes, pues les parecía que era igual hacer mal o bien,
atendiendo a que morían los buenos como los malos, y no esperaban vivir tanto
tiempo que pudiese venir sobre ellos castigo de sus malos hechos por mano de
justicia, antes esperaban el castigo mayor por la sentencia de los dioses, que
ya estaba dada, de morir de aquella pestilencia.
Y
pues la cosa pasaba así, parecíales mejor emplear el poco tiempo que habían de
vivir en pasatiempos, placeres y vicios.
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