ÁREA DE CIENCIAS DE LA SALUD. MORROS DE SAN JUAN

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X PROMOCIÓN DE MÉDICOS CIRUJANOS.

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UNERG.2010

PADRINO DE LA PRIMERA PROMOCIÓN. MISIÓN SUCRE.

PADRINO DE LA PRIMERA PROMOCIÓN. MISIÓN SUCRE.
ACTIVIDAD FÍSICA Y SALUD.

I PROMOCIÓN DE DERMATÓLOGOS.UNERG.2001

I PROMOCIÓN DE DERMATÓLOGOS.UNERG.2001
DERMATÓLOGOS.2001

PLACA DE RECONOCIMIENTO

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X PROMOCIÓN DE MÉDICOS.UNERG.2010

AFICHE.X PROMOCIÓN DE MÉDICOS.UNERG.2010

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domingo, 5 de diciembre de 2021

LOS MISERABLES. ASPECTOS MÉDICOS.

 


LOS MISERABLES.ASPECTOS MÉDICOS.

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

1

Los miserables es un libro de Historia, de la Historia de Francia vista al través de las tragedias humanas, especialmente las de la gente de abajo: los más miserables. Son varios relatos, pero el que sirve de escenario principal para unificar toda la trama es la vida de Juan Valjean que fue hecho prisionero por robarse un pan, pasa 19 años en la cárcel, trata de redimirse en numerosos pasajes de filantropía y buena fe, pero la sociedad más miserable que él mismo le coloca todos los obstáculos posibles.

Los miserables también es un cuento de hadas: Cossette, de huérfana y poco agraciada en la infancia por la desnutrición y el maltrato en la casa donde es abandonada, se convierte en una mujer muy hermosa y en baronesa al contraer matrimonio con Marius.

2

Los miserables fue publicada por Víctor Hugo en 1862. Es una novela romántica sobre los oprimidos en el contexto de la lucha de las fuerzas del bien( obispo Bienvenue ) y del mal (los Thénardier). El caso de un infractor de la ley redimido ( Jean Valjean- Monsieur Madeleine) es real, así como el marco histórico ( la batalla de Waterloo y sucesos en Francia a partir de 1815, etc. ) y son el telón de fondo de la narración.

 La obra es un manifiesto a favor de los caídos en desgracia (Jean Valjean, Petit Gervais, Fantine, Cossette ,Champmathieu) , pero también sobre el resentimiento social, el papel de la rigidez o flexibilidad de la justicia ( Javert) y las reservas morales de hombre para superarse con esfuerzo propio y con la ayuda o adversidad de la sociedad.

3

A los largo de la novela se hace mención a enfermedades como fiebres lácteas  (fiebre puerperal, mastitis ), fiebre cerebral (encefalitis), reumatismo, gota, cólera, temblores en todo el cuerpo , que no podemos precisar si se refiere exactamente a la enfermedad de Parkinson, porque a pesar de que el doctor James Parkinson describió el mal en 1817, sólo se le reconoció como una entidad propia en 1861 por Jean-Martin Charcot .

Hay una descripción peculiar del médico forense cuando constata la muerte y hace la partida de defunción : Un médico de los muertos es el que hace los pasaporte al paraíso.

 

En un párrafo se dice que el azúcar es como la sal que seca, y luego se explica que el azúcar provoca cambios en la sangre y está asociada a la diabetes y a la tisis.

El señor Magdalena decide voluntariamente ante un tribunal reconocer que en realidad es Jean Valjean, para salvar un pobre hombre acusado injustamente con su nombre, Un hombre es acusado falsamente de ser Jean Valjean ante un tribunal que le puede imponer un duro castigo. El señor Magdalena tiene angustiosos diálogos interiores, y al final decide reconocer valientemente que él es el propio Jean Valjean para salvar al pobre hombre. Instantáneamente su cabello se le pone blanco , lo que configura un caso típico de estrés postraumático.

4

MONSEÑOR BIENVENIDO, EL HOSPITAL Y LOS ENFERMOS.

(Párrafo)

El señor Myriel se convierte en monseñor Bienvenido. El palacio episcopal de D. estaba contiguo al hospital, y era un vasto y hermoso edificio construido en piedra a principios del último siglo. Todo en él respiraba cierto aire de grandeza: las habitaciones del obispo, los salones, las habitaciones interiores, el patio de honor muy amplio con galerías de arcos según la antigua costumbre florentina, los jardines plantados de magníficos árboles. El hospital era una casa estrecha y baja, de dos pisos, con un pequeño jardín atrás. Tres días después de su llegada, el obispo visitó el hospital. Terminada la visita, le pidió al director que tuviera a bien acompañarlo a su palacio.

-Señor director -le dijo una vez llegados allí-: ¿cuántos enfermos tenéis en este momento?

Veintiséis, monseñor.

-Son los que había contado -dijo el obispo.

-Las camas -replicó el director- están muy próximas las unas a las otras.

-Lo había notado.

-Las salas, más que salas, son celdas, y el aire en ellas se renueva difícilmente.

-Me había parecido lo mismo.

-Y luego, cuando un rayo de sol penetra en el edificio, el jardín es muy pequeño para los convalecientes.

También me lo había figurado.

-En tiempo de epidemia, este año hemos tenido el tifus, se juntan tantos enfermos; más de ciento, que no sabemos qué hacer.

-Ya se me había ocurrido esa idea.

-¡Qué queréis, monseñor! -dijo el director-: es menester resignarse.

Esta conversación se mantenía en el comedor del piso bajo.

El obispo calló un momento; luego, volviéndose súbitamente hacia el director del hospital, preguntó:

¿Cuántas camas creéis que podrán caber en esta sala?

-¿En el comedor de Su Ilustrísima? Exclamó el director estupefacto.

El obispo recorría la sala con la vista, y parecía que sus ojos tomaban medidas y hacían cálculos.

-Bien veinte camas -dijo como hablando consigo mismo; después, alzando la voz, añadió:

Mirad, señor director, aquí evidentemente hay un error. En el hospital sois veintiséis personas

repartidas en cinco o seis pequeños cuartos.

Nosotros somos aquí tres y tenemos sitio para sesenta. Hay un error, os digo; vos tenéis mi

casa y yo la vuestra. Devolvedme la mía, pues aquí estoy en vuestra casa.

Al día siguiente, los veintiséis enfermos estaban instalados en el palacio del obispo, y éste en el hospital.

Monseñor Myriel no tenía bienes. Su hermana cobraba una renta vitalicia de quinientos francos y monseñor Myriel recibía del Estado, como obispo, una asignación de quince mil francos.

El día mismo en que se trasladó a vivir al hospital, el prelado determinó de una vez para siempre el empleo de esta suma, del modo que consta en la nota que transcribimos aquí, escrita de su puño y letra…

 

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