[3]EVOCACIÓN DE LA MICROBIOLOGÍA
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
[Vasili Sylvestrovich
Kitktenko]
1
Jamás olvidaré
los laboratorios de Microbiología de nuestra Facultad de Medicina. Aquellos
recintos limpios con microscopios, mecheros, tubos de ensayo y colorantes eran
un mundo fascinante que se abría ante nuestros ojos para soñar.
2
Teníamos clases
con las profesoras Valentina Stefanovna Girich, Liubov Fiodrovna Levina y Ludmila Karpenko. Eran unas mujeres abnegadas,
amantes de la docencia, la cual practicaban con mucha mística. Nos enseñaron
las partes del microscopio y su manejo. Con ellas aprendimos como colorear un
portaobjeto con algún material para luego observarlo a través del ocular. En
placas de Petri vimos crecer colonias de bacterias para sorpresa de nosotros,
neófitos del micromundo, descubierto
por Leeuwenhoek y que debíamos recorrer como parte de nuestra formación médica.
Tras varias clases pudimos ver algunos microbios inmóviles que alguna vez
fueron peligrosos, pero que ahora llenos de colores hermosos, estaban atrapados
en un rectángulo de vidrio que extraíamos de unas cajitas de madera.
[Liubov
Fiodrovna Levina]
[Valentina
Stefanovna Girich]
[Ludmila
Karpenko]
3
El jefe de la
cátedra era Vasili Sylvestrovich Kitktenko, un hombre alto, calvo y que con su
voz gruesa nos daba las clases magistrales. Como casi todos nuestros profesores
participó en la Segunda Guerra Mundial, y el Día de la Victoria (Dien Pobedi, 9
de mayo de 1945) estaba en los combates de Berlín. Era especialista en
leptospirosis y miembro del Comité Taxonómico Internacional para el estudio de
esa bacteria. Dirigió una expedición en el Extremo Oriente, donde descubrió un
nuevo serotipo de leptospirosis. Publicó más 200 trabajos científicos y 5
libros de textos.
[ Libro de
Kitktenko sobre leptospirosis ]
4
Kitktenko era
el tipo de investigador que arriesgaba su vida para demostrar sus teorías: una
vez se autoinoculó con material infectado con tularemia o fiebre de los conejos
para experimentar en carne propia los síntomas del mal. Creo que era un
romántico de la medicina experimental porque en varias ocasiones se refirió a Bogdanov,
el médico ruso que murió luego de habérsele transfundido sangre de una persona
padecía de malaria y tuberculosis. También habló de Petencofer, el científico
alemán que bebió cultivos de vibriones de cólera para contrariar a Koch.
5
Por las tardes
podíamos ver en las canchas de la universidad a Kitktenko en traje deportivo
blanco, jugando al tenis. Llamaba la atención sus rápidos movimientos con la
raqueta con sus más de setenta años.
6
En el examen
final tomé al azar el cartón con las preguntas. Me entregaron un preparado, el
cual debía colocar bajo el microscopio para identificar la bacteria o microbio
que contenía. Estaba muy nervioso, pero con el primer vistazo a mi lámina tomé
confianza y me alegre.
7
Me correspondió
rendir el examen al propio Kitktenko. Sabíamos que el desarrollo de la
evaluación lo definiría el vidrio que estaba en el microscopio. Esa era la
primera pregunta. Le dije que veía glóbulos rojos y blancos, y entre ellos estaban
unos microbios alargados con flagelos, que creía eran tripanosomas. Es
correcto, me dijo; y luego entablamos una conversación que yo consideré
especial para conmigo.
8
No fue un trato
especial para conmigo solamente; de eso me enteré después. En realidad, Kitktenko
trataba con mucho respeto y deferencia a todos sus estudiantes, simples
párvulos que soñábamos con obtener un título. Él, que había visto izar la
bandera roja de su país sobre el humeante y humillado Reichstag, cuyo
simbolismo iba más allá del fin de la Gran Guerra Patria. Él, médico que hizo
expediciones para indagar y descubrir microbios, que realizó osados
experimentos poniendo en riesgo su propia vida. Que era el “profiesor” con los
máximos títulos, medallas y condecoraciones. Que tenía muchos libros y
artículos publicados. Él, Kitktenko, nos trataba de tú a tú, para darnos
confianza, para ayudarnos, para que creyéramos en nosotros mismos.
Nuestros
profesores eran sabios, humildes y magnánimos. Nos dieron una lección para toda
la vida.
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