BOCCACCIO
Y EL DECAMERÓN. A PROPÓSITO DE LAS EPIDEMIAS.
Edgardo
Rafael Malaspina Guerra
1
El
gran humanista Giovanni Boccaccio (1313-1375), uno de los padres de
la literatura italiana, inicia su obra inmortal "Decamerón"
refiriéndose a la epidemia de peste que azotó en la Edad Media a la
ciudad de Florencia. Esa tragedia enlaza los cien relatos del libro.
2
Las
aguas del Arnes fueron testigos de la mortandad. Los médicos
ordenaron limpiar la ciudad, prohibieron la entrada de gente
proveniente de ciudades infectadas. Sin embargo, los enfermos morían,
incluso a pesar de las oraciones. Cuando salían unas ampollas
hinchadas como huevos en la ingle o en la tetilla izquierda, se
diagnosticaba el mal. Las manchas negras en brazos y piernas
significaban la muerte al tercer día de su aparición.
3
Se
creía que la dolencia se transmitía al hablar con el enfermo,
tocar su ropa o un objeto que hubiese estado en contacto con el
desdichado. Unos cerdos rompieron la vestimenta de un enfermo y a las
pocas horas murieron. El pestoso moría solo, sin ninguna ayuda,
porque nadie quería visitarlo, lo que Boccaccio calificó de
proceder bastante inhumano y cruel: uno abandonaba a su propio
hermano enfermo; la mujer a su esposo; y lo más increíble cuando el
padre y la madre huían de los hijos afectados.
4
Pocos
hombres ofrecían cuidados al paciente por grandes cantidades de
dinero para acompañarlos en su despedida final. Se vieron casos
cuando enfermo y cuidador murieron juntos. Las mujeres contagiadas se
sentían tan mal que perdían la vergüenza a la desnudez. La gente
se desayunaba en sus casas y cenaba en el otro mundo. Los entierros
se hacían con pocas oraciones para alejarse lo más rápido posible
de la fosa.
5
Algunos
pensaron que estarían a salvo si comían y bebían poco y
apartándose de los amigos. El sexo se prohibía; en cambio se
recomendaba oír música. Pero había otras opiniones: el mal se
evitaba con vino abundante, manjares de todo tipo y mucho sexo.
Alegrarse, reír y bailar también espantaba la peste, como
consecuencia no se lloraba a los muertos y así se conservaba la
salud. Para el mal olor proveniente de los cadáveres se ponían en
la nariz hierbas aromáticas y flores. Los hombres y mujeres huían
de Florencia a los campos aledaños…Y
cuentan las historias narradas en el Decamerón.
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