LAUREANO
MÁRQUEZ A LOS MÉDICOS:
“Querido doctor:
Quiero
que sepas que los venezolanos es tamos orgullosos de ti, que estamos clarísimos:
sabemos que nuestros médicos son los mejores del mundo y los más humanos. En
ningún otro lugar se ejerce la medicina como en nuestro país, en el que hasta
en una piñata puedes tener una consulta ambulatoria con uno de los papás del
amiguito de tu hijo.
En
Venezuela uno no va a una consulta impersonal, como hace la gente de otros
países; aquí tu médico es tu amigo y conoces a su esposa y vas a la graduación
de su hija; si lo encuentras en el mercado, pregunta por tu salud y averigua si
te estás tomando la pastillita. Él no revisa tu historia porque se la sabe de
memoria: la ha hecho parte de la suya y ves en ella los colores de todas las
plumas fuente de sus años y los tuyos, porque la relación de un paciente con un
médico en Venezuela es “hasta que la muerte los separe”.
Tu
médico envejece contigo; podrá pasar de los noventa, como el Dr. Otto Lima
Gómez, pero tu confianza en él no merma, porque lo hallas cada vez más sabio,
más bueno y hasta más elegante; pero especialmente porque él sabe lo que tú
tienes no a partir de los exámenes de sangre, sino del examen que hizo de tu
alma en la mirada triste con la que entraste a su consulta y porque su mano en
tu hombro es la mejor medicina. Estamos tan orgullosos de ustedes, queridos
amigos médicos, tan conmovidos con su quehacer, que no hallamos las palabras
exactas de gratitud en esta dolida hora en la que ustedes sacan las balas de
los cuerpos de los hijos de esta tierra, caídos en una guerra a la que van con
“un canto infinito de paz”.
Ser
médico en la Venezuela de estos tiempos es un acto de heroísmo y de amor, de
ingenio y de creatividad para salvar vidas en medio de esta tragedia artificial
llamada gobierno, que lleva dieciocho años destruyendo lo mejor de nosotros, lo
más bueno, lo más noble, lo más sagrado. Seguro que hay algo —los alumnos lo
sabrán— en nuestras escuelas de Medicina que hace que quien salga de allí sea dueño
de un alma especial, no solo plena de sabiduría, sino lo más importante: de
sensibilidad y virtud. Es como si en una cápsula de Petri se hubiesen mezclado
la ciencia de Razetti, la santidad de José Gregorio y el sentido de la justicia
de Vargas.
Ahí
están los muchachos de la Cruz Verde, los estudiantes de Medicina, salvando,
ayudando, sembrando vida donde otros se la roban. Son nuestros superhéroes,
nuestros salvadores, nuestra certeza de que no toda esperanza ha sido
arrebatada por la maldad, de que esta tierra es esencialmente de gente buena y
solidaria, inteligente y pacífica, por más que el mal, la crueldad y el terror
se hayan apoderado temporalmente de las riendas de nuestro destino
envileciéndonos a todos; es “el vil egoísmo que otra vez triunfó”: Boves
redivivo siembra de muerte los campos de Venezuela. En medio de esta debacle
están ustedes, los médicos, más que ejerciendo la medicina, haciendo milagros.
Junto a ustedes, las enfermeras y enfermeros, porque si el médico salva vidas,
la enfermera salva al médico.
Querido
amigo: gracias por dar la cara por la salud y recibir heridas de aquel de quien
te vengarás salvando la vida de su hijo o la suya propia. Gracias por tu
humanidad toda, por la santidad de tu vida cotidiana, por las causas que apoyas
en los lugares más remotos, por actualizarte cada día en un país al que ya no
llegan las revistas de medicina. Gracias por hallar un sustituto al remedio que
no se consigue, o por dármelo tú mismo, aunque en ello se te vaya la vida
cruzando el mar. Gracias por las consultas que no causaron honorarios cuando me
suponías pelando. Gracias, pichón de médico, que saliste a una calle insegura a
entregar tu vida salvando a tu hermano; ojalá que el que te arrolló siempre
encuentre médicos y medicinas; ojalá que viva para siempre. Gracias, doctor,
muchas gracias, que Diosito me le pague, como dicen nuestras abuelitas cuando
salen de tu consulta. ¡Ah! y no te preocupes: Carujo, esta vez, también pasará,
porque “es el hombre de bien el que siempre ha vivido y vivirá feliz sobre la
tierra y seguro sobre su conciencia”.
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