JOSÉ
GREGORIO HERNÁNDEZ (1864-1919): A UN SIGLO DE SU MUERTE
(Aspectos
de su vida poco conocidos)
Edgardo
Malaspina
1
Para
apreciar mejor a una persona es necesario conocerla con sus virtudes y
defectos. Su aspecto físico, sus principios morales, el entorno y las
circunstancias históricas que le rodearon tienen gran importancia a la hora de
los juicios. Llegar a la verdad sin ningún temor y por encima de los mitos,
muchas veces, nos permite querer más a nuestros próceres y líderes. Para
muestra un botón: Francisco Natera una vez afirmó: “Los italianos no sabían de
Julio César otra historia que la del conductor de legiones romanas, sus
conmilitones que tanta riqueza y poder tejieron al imperio. Cuando supieron que
era calvo, barrigón, no muy alto y sospechosamente mujeriego amaron doblemente
al conquistador de las Galias”.
2
-Nunca
usó maletín a pesar de algunas litografías que lo representan portándolo.
Tomaba el pulso, medía la fiebre. No usaba estetoscopio (algunas pinturas lo
muestran erróneamente con ese instrumento), auscultaba directamente a través de
un pañuelo. No se sentaba y escribía el récipe de pie.
-Su
popularidad crecía tanto que la compañía telefónica, recién instalada en
Caracas, le otorgó el teléfono número uno para que realizara su trabajo.
-Durante
su estadía en Paris, durante el postgrado, de ocio tocaba el violín y asistía a
los conciertos .Luego al regresar al país solía tocar el piano de en vez en
cuando. Antes de ese periodo, en Isnotú, se dedicó a la pintura e hizo varios
cuadros.
-José
Izquierdo suponía que Hernández dormía
en el suelo en prueba de sacrificio como un asceta y por eso en la noche no
atendía a los enfermos, pues ese tiempo era para Dios.
-
Estando vivo Hernández ya su fotografía era colocada en casas y farmacias.
3
Empezando a ejercer su profesión de médico en
los pueblos de la cordillera andina, José Gregorio Hernández se muestra galante
con las mujeres y manifiesta su gusto
por el baile. Sobre una de esas ciudades escribió: “Sus mujeres son muy
simpáticas y agradables; bailan muy bien, si me guío por la única con que he
bailado una noche en mi casa, con piano; me aseguran que hay otra que baila
mejor que ella. Yo me hecho muy amigo de esa afamada pareja y me ha prometido bailar conmigo la segunda pieza en
la próxima oportunidad”.
4
En otra parte
dice: “Tres horas después llegué
a Valera donde me disponía a comprar unos dulces para mitigar la sensación
poderosa de hambre que se me desarrolla cuando monto a caballo; inmediatamente
me vi rodeado por todos los amigos del
lugar que en un abrir y cerrar de ojos me desmontaron y participaron que por
ser Noche Buena debía quedarme a bailar con ellos. Todas mis excusas fueron
inútiles, y estuve bailando hasta las cuatro de la mañana cuando
me permitieron seguir mi camino”.
Luego
remata : “A las once de la mañana
llegamos a Mérida donde me detuve cinco días, para dejar descansar las bestias
y porque inmediatamente me invitaron a un baile que se efectuaría el 31 de
diciembre en la noche, dado por el presidente de estado y otras autoridades. El
baile estuvo muy bueno…”
5
José
Gregorio Hernández era un hombre de mediana estatura, más bien baja. Medía un metro con 60 centímetros. Era delgado; cuando ingresó en la orden de la
Cartuja pesaba no más de 50 kg. Al final de su vida se pintaba el cabello y el
bigote. Vestía pulcramente y siempre de negro. Pero al regresar de Italia luego
de su frustrado intento de ingresar en la Cartuja cambió radicalmente de
atuendo. Sobre ese aspecto Jesús Rafael Rísquez escribió: “El negro palto
levita, la camarita y los demás elementos fúnebres que antes usaba los había
trucado por trajes de colores de acuerdo a la tonalidad del vestido y moda de
la época”. Los cambios en la
vestimenta y el comportamiento en general del Dr. Hernández fueron notables y
sus amigos así lo testifican. Carlos travieso, quien fue su alumno,al constatar
el privilegio que tuvo de ser discípulo del santo hombre en la cátedra de
histología afirma : “Al regresar del
exterior y quizás como impuesta reacción a sus frustradas aspiraciones, trataba
de ser excéntrico. No más atuendos clericales y ni siquiera el austero
paltó-levita y la camarita, al contrario se la daba de dandy. Conocí al doctor
Hernández entonces, cuando en 1919, comencé a estudiar medicina.”
6
Más
adelante Travieso habla del cabello y el bigote de Hernández bien
cuidados y teñidos y de sus ropas finas: “Vestía acicaladamente trajes bien
confeccionados y a la última moda, se tocaba el sombrero de fieltro elegante y
en armonía con la indumentaria y gustaba calzar zapatos de dos tonos”.
7
Hernández también empezó a fumar. Su íntimo
amigo Dominicí escribe: “Ya había notado yo cuan peripuesto me llegaba el viejo
amigo, tan distinto del que había conocido. Al terminar la comida saca una lujosa
cigarrera y brindándome dice: yo fumo ¿ tú no fumas? Rarezas ajenas a su
carácter.”
8
Esos
cambios bruscos en la personalidad de José Gregorio Hernández fueron criticados
por la sociedad caraqueña. Algunos biógrafos explican que probablemente todo se
debió a una recomendación del Maestro de Novicios de la Cartuja “como
penitencia para que se burlaran de él”
9
Por
último es bueno resaltar el momento que
lo destaca como patriota. En 1902 los ingleses y los alemanes atacan La Guaira y Puerto Cabello para cobrarle una
deuda al país. Cipriano Castro hace un
llamado para defender la patria.
Entonces José Gregorio Hernández olvida su carácter apacible y la filosofía
cristiana de poner la otra mejilla y es uno de los primeros en inscribirse para
tomar las armas como simple soldado.
Uno no imagina a este hombre menudo que
trabajaba duramente en la cátedras
médicas enseñando a sus alumnos, trataba
a su pacientes con esmero y rezaba varias veces al día, y que ahora el
pueblo venera como santo, tomando un
fusil y combatiendo en un frente de guerra.
Lo cortés no quita lo valiente.
¡Claro
está que en caso de guerra José Gregorio Hernández hubiese laborado de médico!
Pero
quería dar el ejemplo de valentía y patriotismo.
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