Un Juicio a un curioso de Calabozo en 1791 nos da luces sobre la situación médica regional
Como ya se observó en la colonia los médicos y curiosos ejercieron el arte de curar indististintamente. A veces los curiosos demostraban mayores o iguales conocimientos que los galenos, producto de su experiencia y práctica. Por otro lado la lucha contra ese ejercicio ilegal se hacía difícil por cuanto los graduados eran muy pocos.
Don José Romualdo de Silva Arrechadera era una especie de curioso y médico que ejercía en Calabozo, y en 1791 fue acusado por el Regidor del Cabildo, Francisco Javier Gutiérrez Noriega. El juicio llegó hasta la Real Audiencia.
La acusación del Regidor era sencilla: Silva ejercía ilegalmente la medicina en la Villa de Calabozo, había causado la muerte de varias personas, entre ellas la de una esclava suya, cuyo valor reclamaba. A favor de Silva esta una parte del cabildo, el cura y Vicario Don Juan Angel Leal, el Sub – delegado de Real Hacienda Don Carlos del Pozo, el Alcalde Ordinario de primera elección Don Rafael Villamediana, el Escribano Demetrio Montiel, el Alferéz Real Don Juan Delgado, el pbro Br. Diego Pasquier, cura Doctrinero de la Santísima Trinidad y el pbro. Don Jorge Antonio García, cura Doctrinero de Nuestra Señora de los Angeles.
Las personas arriba mencionadas abogaban en la defensa de Silva: “El acierto con que Romualdo está ejerciendo la medicina en Calabozo desde fines del año ochenta y siete, un genio afable y humilde, por cuya razón ha merecido que lo atiendan y favorezcan con su cariño y trato de piedad con que mira a los enfermos, con particularidad a los pobres a quienes no sólo visita sin interés, sino que le suministra los medicamentos y alimentos en su propia casa, sin haber sido oido jamás que alguno se le haya muerto sin confesión...”
El abogado defensor de Silva ante la Real Audiencia, en su interveción arroja bastante luz sobre el ejercicio de la medicina en los pueblos de Venezuela para esa época. Decía el abogado que era imposible atender a la ciudad de Caracas con los médicos titulares y con mayor razón a la provincia, “por ello no es cosa monstruosa ni rara, que curen en los pueblos, villas y ciudades fuera de esta capital, los que carecen de principios en las universidades y colegios, pues aquí mismo (Caracas) se encontraban muchos que en calidad de curiosos lo hacen con aceptación del público, y aun allí (en Calabozo) lo practica el propio Don Francisco Noriega y otros muchos, sin tener como tiene Romualdo licencia del protomédico desde agosto del ochenta y nueve, autorizada con el pase y recibimiento del Cabildo (como se ve al folio trece y catorce), y siendo tan pocos los profesores que se hayan aun en esta ciudad, carecerían de consuelo los enfermos de toda la provincia sino pudiesen los curiosos recetarlos, cuya práctica siempre observada y necesaria, sólo pueden atenderla los Jueces Territoriales para con los desaciertos en sus curaciones, falta de caridad para con los pobres, o de costumbres corrompidas y del mal ejemplo pero no con un sujeto como Romualdo a cuyo favor certifican los mismos jueces y los cabezas y personas principales de la Villa de Calabozo...”
De esta exposición se desprende que en aquella época el ejercicio médico de los curiosos era necesario.
Como ya se observó en la colonia los médicos y curiosos ejercieron el arte de curar indististintamente. A veces los curiosos demostraban mayores o iguales conocimientos que los galenos, producto de su experiencia y práctica. Por otro lado la lucha contra ese ejercicio ilegal se hacía difícil por cuanto los graduados eran muy pocos.
Don José Romualdo de Silva Arrechadera era una especie de curioso y médico que ejercía en Calabozo, y en 1791 fue acusado por el Regidor del Cabildo, Francisco Javier Gutiérrez Noriega. El juicio llegó hasta la Real Audiencia.
La acusación del Regidor era sencilla: Silva ejercía ilegalmente la medicina en la Villa de Calabozo, había causado la muerte de varias personas, entre ellas la de una esclava suya, cuyo valor reclamaba. A favor de Silva esta una parte del cabildo, el cura y Vicario Don Juan Angel Leal, el Sub – delegado de Real Hacienda Don Carlos del Pozo, el Alcalde Ordinario de primera elección Don Rafael Villamediana, el Escribano Demetrio Montiel, el Alferéz Real Don Juan Delgado, el pbro Br. Diego Pasquier, cura Doctrinero de la Santísima Trinidad y el pbro. Don Jorge Antonio García, cura Doctrinero de Nuestra Señora de los Angeles.
Las personas arriba mencionadas abogaban en la defensa de Silva: “El acierto con que Romualdo está ejerciendo la medicina en Calabozo desde fines del año ochenta y siete, un genio afable y humilde, por cuya razón ha merecido que lo atiendan y favorezcan con su cariño y trato de piedad con que mira a los enfermos, con particularidad a los pobres a quienes no sólo visita sin interés, sino que le suministra los medicamentos y alimentos en su propia casa, sin haber sido oido jamás que alguno se le haya muerto sin confesión...”
El abogado defensor de Silva ante la Real Audiencia, en su interveción arroja bastante luz sobre el ejercicio de la medicina en los pueblos de Venezuela para esa época. Decía el abogado que era imposible atender a la ciudad de Caracas con los médicos titulares y con mayor razón a la provincia, “por ello no es cosa monstruosa ni rara, que curen en los pueblos, villas y ciudades fuera de esta capital, los que carecen de principios en las universidades y colegios, pues aquí mismo (Caracas) se encontraban muchos que en calidad de curiosos lo hacen con aceptación del público, y aun allí (en Calabozo) lo practica el propio Don Francisco Noriega y otros muchos, sin tener como tiene Romualdo licencia del protomédico desde agosto del ochenta y nueve, autorizada con el pase y recibimiento del Cabildo (como se ve al folio trece y catorce), y siendo tan pocos los profesores que se hayan aun en esta ciudad, carecerían de consuelo los enfermos de toda la provincia sino pudiesen los curiosos recetarlos, cuya práctica siempre observada y necesaria, sólo pueden atenderla los Jueces Territoriales para con los desaciertos en sus curaciones, falta de caridad para con los pobres, o de costumbres corrompidas y del mal ejemplo pero no con un sujeto como Romualdo a cuyo favor certifican los mismos jueces y los cabezas y personas principales de la Villa de Calabozo...”
De esta exposición se desprende que en aquella época el ejercicio médico de los curiosos era necesario.
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