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EVOCACCIÓN DE LA CIRUGÍA:
GENERAL Y FACULTATIVA.
Edgardo Rafael Malaspina
Guerra
[Vladimir Vinogradov-a la
derecha- durante una intervención quirúrgica]
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Vladimir
Vladimirovich Vinogradov organizó ambas cátedras (estaban unidas al
principio) en 1963, las cuales funcionan
en el Hospital 64 en la calle Vavílov. Nuestro profesor de Cirugía General fue
Andrei Vasilevski, un hombre muy servicial, bonachón y de pelo blanco, cuyas
clases parecían más bien una tertulia
entre amigos. Con él aprendimos los conceptos más elementales de la cirugía y
tuvimos las primeras prácticas de sutura.
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La Cirugía
General la estudiamos con el manual del académico Struchkov; no obstante, casi
todos los temas del programa (especialmente de la Cirugía Facultativa) lo
revisábamos en los libros y folletos
escritos por nuestros profesores: Apendicitis (Vinogradov y Pautkin), Elementos
de Técnicas Médicas (Pautkin), Hemorragias (Vinogradov y Vasilevski), Métodos
especiales para el estudios de las vías biliares (Lapkin y Pautkin), Cirugía en
las lesiones de las vías biliares (Vinogradov, Vishnieski y Pautkin), etc.
[Clase de
Cirugía con el profesor Andrei Vasilevski]
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Vasilevski
respondía a casi todas nuestras interrogante con una especie de refrán: “Sucede
hasta lo que no sucede” (бывает то чего не бывает).Pautkin solía decir una
frase redundante: “El problema de la enseñanza de la Cirugía radica en que los estudiantes
son muchos y el profesor es uno solo”.
[ Yuri
Vasilevich Pautkin ]
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[Vladimir
Vladimirovich Vinogradov]
El personaje
principal de estas cátedras de cirugía fue y lo sigue siendo, aún después de
muerto, Vladimir Vladimirovich Vinogradov (1920-1986). Su forma de ser era una
combinación de contradicciones anímicas: soberbio y bondadoso, burlón y
comprensivo, locuaz y silencioso, etc.
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Vinogradov
representaba más edad de la que cargaba sobre sus hombros: apenas tenía sesenta
años cuando fue nuestro profesor, pero parecía un anciano, aspecto que
acentuaba, aún más, una ligera joroba.
Tras su carácter huraño y reservado estaba encerrada, probablemente, con todas
las consecuencias y huellas morales del caso, una parte de la historia de las
represiones estalinistas: su padre Vladimir Nikitich Vinogradov, un destacado
internista, siendo el último médico personal de Stalin, fue arrestado y torturado salvajemente porque
le dijo al dictador que era hipertenso y por eso debía descansar. Stalin, por
supuesto, descifró ese diagnóstico como parte de un complot mayor que
involucraba a otros médicos, a Israel y a los EE UU.
[En el hospital
nro. 64]
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Las sospechas y
retaliaciones eran extensivas hasta los familiares de los indiciados. Así que
nuestro Maestro Vinogradov también recibió algunas gotas de la bilis que le
dieron al padre. De allí viene lo amargo de su talante.
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En las clases
magistrales Vinogradov criticaba duramente algún tratamiento quirúrgico
descrito en los manuales y proponía su propio método, como el que inventó para
tratar la pancreatitis aguda. A Vasilevski,
su colaborador, pero que parecía más bien su paje, le hacía
observaciones el alta voz (por no decir con gritos) y lo llamaba “Andriusha”
(Andresito). Este diminutivo, en ocasiones sonaba despectivamente; y en otras,
con cariño.
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Luego de una
intervención quirúrgica, Vinogradov se retiraba a un rincón del pasillo y
fumaba. Se iba al cafetín y se sentaba. Pedía una taza de café negro, sobre la
cual vertía licor de una botellita que cargaba siempre en un bolsillo de la
bata. Nos miraba, esbozaba una sonrisa y en tono irónico decía: un “profiesor”
tiene derecho a beber café con coñac.
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Enfermó de
cirrosis hepática con todas sus etapas, incluyendo la hemorrágica; y llegó a vivir en una sala del hospital de
manera permanente. Era al mismo tiempo médico y paciente. Pero luego, con el
avance de las complicaciones, abandonó sus quehaceres hipocráticos y docentes
para convertirse solamente en un enfermo terminal.
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[En clase de
Cirugía]
Me correspondió
rendir el examen estatal de Cirugía, precisamente, a Vinogradov. Señaló los
retratos de los pioneros de la cirugía rusa. Por mis ojos desfilaron Pirogov,
Sklifosovski, Vishnevski, Spasokukoshki, Burdenko y otros. Luego vino una
especie de debate en el que claramente yo llevaba la peor parte. Al final dijo
que cuando nos graduamos de médicos, tenemos muchos conocimientos, pero poca
práctica. “Vendrá la experiencia y todo se emparejará”. Al despedirme me
sugirió que viajara hasta la última morada de Pirogov en Ucrania. Este mandato
lo cumplí cuando visité el museo del padre la cirugía rusa en Vinnitsa y pude
ver su cuerpo embalsamado.
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Vladimir
Vladimirovich Vinogradov es considerado en la actualidad uno de los baluartes más
talentosos y brillantes en la historia de la cirugía rusa. En su memoria se
realizan todos los años en nuestra universidad unas jornadas quirúrgicas que
llevan su nombre (Виноградовские чтения).
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Yo recuerdo a
Vinogradov con un sentimiento ambiguo que se mueve entre la admiración y la
tristeza.
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