Edgardo Rafael Malaspina Guerra
1
Diario del año de la peste del
escritor inglés Daniel Defoe (1660-1731
) fue publicado en 1722 y constituye
una reconstrucción de los momentos aciagos que vivieron los habitantes de
Londres durante la peste de 1665. Este libro, que parece un reportaje periodístico,
impactó mucho sobre el joven Gabriel García Márquez, según lo reconoce en sus
memorias “Vivir para contarla” (2002), y le sirvió para redactar el guion de la
película mexicana “El año de la peste” (1979), la cual muestra el cuadro de
dolor, angustia y muerte por el que pasa un país asediado por una epidemia.
2
La
novela comienza mostrando las estadísticas mortales que aumentan cada día. La
gente cree que el mal es producto de un castigo divino. Los astrólogos hablan
retrospectivamente y dicen que todo se debe a una conjunción planetaria y al
paso de un cometa. Los pastores afirman que a la enfermedad antecedieron
algunas señales como espectros y ángeles en el cielo.
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Los
curas piden arrepentirse a todos los pobladores para conjurar la enfermedad.
Las iglesias se llenan de gente desesperada y ansiosa por confesarse. Los
adivinadores, magos, nigromantes , brujos ,
y oráculos ofrecen sus servicios: oraciones , y elixires inútiles. Los
médicos recomiendan alejarse de los lugares infectados, evitar los contactos
personales , transpiraciones y hacer dietas. Se practica el ayuno familiar y la
meditación. Sobre los bubones se aplicaban cataplasmas , y luego eran
cauterizados. Otros medicamentos usados eran la ruda, el ajo, el tabaco y el
vinagre.
El
gobierno se aconsejó con el Colegio de Médicos para atender a los pobres con
medicinas baratas. Los médicos visitaban a los enfermos con sus máscaras, pero
igual se contagiaban y morían, a pesar de que colocaban una droga en su boca
para evitar el mal.
4
Los
especuladores venden píldoras preventivas y antídotos contra la peste, también
ofrecen curaciones maravillosas. Surgen médicos que dicen tener experiencia en
luchar contra la peste; otros afirman tener una receta infalible. Se usan
preparados sobre la base de mercurio.
5
Un
charlatán colgó un aviso en su casa : “Consulta gratis para los pobres. Prevención y curación de la peste”. Una mujer acude al consultorio, y el
charlatán trata de venderle un brebaje. La mujer protesta porque aquello le
parece una estafa. El curandero contesta que el da gratis la consulta , pero no
el remedio. La mujer le replica: Lo único gratis es su consejo para comprar su
medicina.
6
En
la calle vendían talismanes, filtros, amuletos, zodíacos y unos papeles con un
escrito: Abracadabra.
7
Por
las noches los cadáveres eran trasportados en la carreta de la muerte hacia una
fosa común. El carromato llevaba hasta dieciocho cuerpos de ricos y pobres en
sábanas o desnudos. Una vez un hombre se despertó entre los muertos del carromato
y preguntó : ¿Estoy muerto?
No había ataúdes. Los muertos eran llevados en
parihuelas. En un mismo hoyo enterraban hasta cuatrocientos cadáveres. Algunos
enfermos se lanzaba a la fosa cuando sentían muy cercan la muerte. Un hombre
vino para ver como lanzaban al hueco a su esposa e hijos, y lloraba
desconsoladamente.
Las
casas donde moría alguien eran clausurado con los familiares adentro. Quedaban
condenados a una muerte segura porque en las puertas colocaban un guardia para
que nadie pudiera salir. Sin embargo, había corrupción : los
guardias podían ser sobornados para permitir la huida de las casas clausuradas.
Lo mismo sucedía con los gendarmes responsable del toque de queda: dejaban
pasar a la gente enferma por alguna paga.
Las casas de los muertos eran señaladas con
una cruz con una inscripción: “Señor, ten piedad de nosotros”. Sin embargo,
había corrupción : los guardias podían ser sobornados para permitir la huida de
los enfermos.
Los entierros se hacían a la salida del sol o
cuando se ocultaba. Nadie asistía a estas inhumaciones, excepto los carreteros
y enterradores, quienes registraban los bolsillos de los que traían ropa, y
hasta estas últimas se robaban. Las
fosas tenían seis pies de profundidad.
8
El
diagnóstico de peste o la constatación de la muerte era realizado por médicos,
investigadores, cirujanos o enfermeras.
9
Se
promulgó una ley según la cual nadie debía tomar los objetos contaminados ni
vender la ropa de los muertos.
10
Los
cirujanos, investigadores y enterradores debían llevar un bastón rojo para ser
identificados.
10
El
gobierno emitía muchas reglas y recomendaciones sanitarias: Por las calles sólo
circulaban los que tenían permiso: un certificado sanitario especial emitido
por las autoridades. Las carretas de alquiler debían ser ventiladas, luego de
trasladar a los pasajeros. Las calles eran barridas todos los días.
11
Los
que atendían a un enfermo debían guardar un reposo de cinco días.
12
Se
vieron casos inhumanos cuando los familiares abandonaba a sus enfermos para no
contagiarse. La melancolía y la demencia acompañaban a los enfermos. Una mujer
se volvió loca cuando vio a su hija enferma. Una madre mató a su hijo
infectado. Algunos morían en plena vía pública. Muchos se
acostaron a dormir y no se despertaron más nunca. Se vieron casos cuando los
cuidadores de enfermos los asesinaban para aliviar sus sufrimientos. Al
principio la gente se asombraba al ver los cadáveres en la calle, luego los
ignoraban.
El
instinto de conservación superó al de compasión.
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Muchos
abandonaron sus casas y se fueron al campo con tiendas de campaña. Otros se
convirtieron en nómadas para huir de la enfermedad. Otros más se fueron a vivir
en barcos, y cuando morían los lanzaban al agua.
14
Los
incrédulos se reía de los que rezaban a cualquier hora en las iglesias, donde
se recitaban versículos bíblicos.
15
Se
creía que la enfermedad se transmitía a través de efluvios , el aliento y por
insectos. Preventivamente mataban a gatos, ratas y perros.
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Algunos
pestosos se suicidaban: se daban un pistoletazo, se ahorcaban, se lanzaban al
río para ahogarse.
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La
desinfección de los lugares infectados se hacía con azufre, resinas y pólvora.
Las monedas se colocaban en vinagre para desinfectarlas.
18
Los
alimentos escaseaban y sólo se consumí harina, queso, cerveza y mantequilla. La
carne desapareció porque los carniceros enfermaron. Por falta de alimentos
murieron de hambre algunos infectados.
19
Los
robs y saqueos se pusieron a la orden del día. Unas mujeres robaron una tienda
de sombreros
Una
nurse se hizo rica robando las pertenencias de los moribundos, a quienes
remataba con un trapo en la cara para asfixiarlos.
20
Por
las calles deambulaban fantasmas vivientes con la muerte dibujada en el rostro.
Cada semana llegaron a morir hasta cuatro mil personas.
Se
vieron casos cuando un niño mamaba de la madre muerta.
A
un hombre se le hundió la cabeza de la pena por haber perdido a todos sus seres
queridos.
21
“En
cuanto a los médicos que habían abandonado a sus enfermos durante la epidemia y
que después regresaron a la ciudad, muy severos fueron los reproches que se les
dirigieron, y no hubo quien los
empleara. Se les llamó desertores…”
22
El
autor cree firmemente que la epidemia surgió y desapareció por intervención
divina: “El mal había perdido su fuerza; su malignidad se había agotado. Que
esto provenga de donde quiera, que los filósofos procuren explicarlo con
razones naturales y trabajasen cuanto deseen por disminuir la deuda que han
contraído con el Creador, el hecho es que los médicos, que no tienen el menor
rasgo de espíritu religioso, se vieron obligados a admitir que era algo
sobrenatural y extraordinario que no se podía explicar”.
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